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Dentro del proyecto de recuperación de la Real Fábrica del Conde de Aranda, el Ayuntamiento de l’Alcora ha iniciado los trámites para adquirir una parcela de 3.548 m2 que incluye uno de los elementos patrimoniales más destacados de cuantos se conservan: tres grandes hornos árabes. Esta área se suma a la lograda en octubre del 2016, de 440 m2, por lo que casi 4.000 m2 de la antigua manufactura condal serán en breve de propiedad municipal.
Basándonos en el plano de 1805 firmado por el intendente de la fábrica, Joseph Delgado, la parcela ocupa parte de la desaparecida Casa-Palacio de los Híjar --Abitación Bieja, en el documento de Delgado--, así como ampliaciones de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. De todo ello perduran algunos elementos visibles desde el exterior, como estructuras de la nave trasera, lindante con el Camí de la Mina; o la tapia que separaba los espacios construidos de la Real Fábrica y los patios descubiertos situados al oeste, en la actualidad ocupados por el bloque de viviendas popularmente conocido como los Pisos de les Tovalles.
LO MÁS DESTACABLE // Pero, sin duda, la zona más destacada de cuantas integran la parcela es un conjunto de tres hornos en buen estado de conservación y una nave anexa, rotulada en el plano de 1805 como «taonas y rublones de barnices». Los hornos en cuestión se construyeron a finales del siglo XVIII, en una de las fases de mayor crecimiento de las instalaciones de la Real Fábrica, que en torno al año 1800 ocupaba un área de más de 11.000 m2.
Las construcciones estaban formadas por dos cámaras: la inferior o dau, y la superior o forn de dalt. Antecediendo a la primera se situaba la caldera o cámara de combustión, que se alimentaba desde una boca ubicada a nivel de calle, frente a los leñeros, en el amplio corredor al que se accedía desde la Puerta de Carros. En las cámaras de cocción se colocaban las piezas protegidas de las llamas mediante cajas de refractario.
Una bóveda plana remata el forn de dalt y en ella se abren una serie de orificios dispuestos en círculo en torno a un agujero de diámetro mayor, la lluna, en el eje de la cubierta. La función de estas aberturas no era otra que la de proporcionar tiro al horno y facilitar la salida del humo.
DIMENSIONES // De sus colosales dimensiones dan buena muestra los siguientes datos: los cuatro hornos construidos (de los que se conservan tres), ocupaban una superficie de más de 330 m2; y el forn de dalt --y se supone que también su equivalente inferior, el dau, por ahora inaccesible-- tiene un diámetro de 4,5 metros y una altura máxima de 3,75 metros, es decir, una capacidad aproximada de 55 m3.
El proceso de cocción de la piezas era muy laborioso. Antonio Nomdedéu, el último alfarero de l’Alcora, cuenta que se invertían cinco días en llenar el dau y el forn de dalt, y que la cocción se prolongaba por unas 75 horas. Eran momentos de máxima concentración y esfuerzo, pues el fuego requiere una constante alimentación, día y noche, durante tres agotadoras jornadas. En la Real Fábrica --cuyos hornos casi triplicaban en capacidad al de los de la afarería de los hermanos Nomdedéu, que dejaron de utilizarse en 1996--, estas tareas serían ímprobas y requerirían el máximo celo, pues del éxito de la cocción dependía la continuidad de la empresa y la economía de buena parte de las familias de la capital de l’Alcalatén.
Los sucesivos reglamentos del recinto fabril del Conde de Aranda dan fe de ello. Especialmente ilustrativa es la directriz recogida en las ordenanzas de 1749, que advierte que «no se permitirá que haya persona de fuera de la fábrica cuando se cargará o sacará la obra de los hornos, excepto algún extranjero de notable distinción, que querrá verlo, para cuyo fin el día que se carga y saca la obra del horno para llevar al almacén, no se dejará entrar persona alguna, y durante la colocación y extracción se tendrán las puertas de la fábrica cerradas, y en esto mando no puedan dispensar los directores».
CORAZÓN INDUSTRIAL // Con la adquisición de esta nueva parcela, l’Alcora recuperará una parte sustancial de su historia: el espacio físico en el que el esfuerzo y el talento de cientos de operarios se transformó, por acción de las llamas, en las obras de arte que hoy son objeto de admiración en todo el mundo. Y no se trata solo de recuperar patrimonio histórico, sino también de restablecer la esencia misma del municipio, el corazón que con sus latidos de fuego ha dado vida a la actividad cerámica en l’Alcora.