TECNOLOGÍA

Kerajet, la historia de la empresa de Almassora que pone el color a todo tipo de materiales

La compañía tiene instaladas 5.000 máquinas por todo el mundo
José Vicente Tomás, CEO de Kerajet, con sede en Almassora.
Bartomeu Roig

La marca Kerajet es poco conocida para la mayoría de los ciudadanos, pero su gerente, José Vicente Tomás, explica que en cada hogar «seguro que hay productos hechos con máquinas fabricadas por nosotros». Cada año , gracias a su tecnología, se fabrican «300 millones de platos decorados, que se pueden encontrar en un hipermercado o una tienda de bricolaje». También hay prendas de ropa estampadas. O parqués y baldosas cerámicas.

Esta es la historia de una compañía ubicada en la localidad de Almassora (Castellón), que nació como una empresa de ingeniería informática y que hace 25 años revolucionó la impresión digital en la industria. Ahora aporta su tecnología para dar color a todo tipo de materiales. En estos momentos tiene instaladas cerca de 5.000 máquinas por todo el mundo, con un elevado componente de innovación y búsqueda de novedades, con la finalidad de ir un paso por delante y diferenciarse de sus competidores. Según los datos del Registro Mercantil, la compañía tuvo un importe neto de la cifra de negocio de 52 millones en 2022, con un beneficio de 4 millones de euros.

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José Vicente Tomás cuenta cómo su producto más rompedor surgió de un desafío. «Empezamos a hacer máquinas fresadoras para hacer relieves en piezas de cerámica; era un avance porque los azulejos dejaban de ser planos y adquirían texturas, pero no teníamos tecnología para decorarlos». De ahí que sus clientes «nos preguntaran qué podíamos hacer, porque hasta ese momento la tecnología de impresión era de contacto, con serigrafía o rotativa». Justo en ese momento empezaban las máquinas de chorro de tinta, «que imprimen sin contacto, y vi que el futuro era eso».

En 1998 desarrollaron un prototipo inicial, y en la feria Cevisama de 2000 presentaron «la primera máquina de Kerajet», recuerda. ¿Qué la hacía diferente en el competitivo sector cerámico de Castellón? Tomás responde que aportaba «versatilidad, porque en la impresión digital se pueden hacer diseños diferentes, con un producto de calidad y más diferenciado, y esto expandió nuestra tecnología a nivel mundial; todos querían hacer cerámica sin la repetición de diseño de las tecnologías anteriores».

Ventas en todo el mundo

El éxito fue rápido, y en pocos meses «empezamos a exportar máquinas», relata, mientras recorre las naves en las que se crean estos ingenios. «Primero en Italia y Portugal, y luego en México y Brasil».

Pronto surgieron competidores que ofrecían soluciones parecidas a las suyas. Por eso, el gerente expone cómo «hemos seguido avanzando, marcando las novedades, y nuestra voluntad es seguir en el I+D+i, que es lo que nos gusta: tener mejores máquinas, fabricar cosas que pueden ser interesantes, acertando más o menos... Siempre digo que somos una empresa que tiene ideas y suerte, porque los hay que desarrollan cosas innovadoras pero luego no se las compran».

En la actualidad, Kerajet tiene cerca de 300 trabajadores. La gran mayoría en su cuartel general de Almassora, mientras que un centenar está repartido en sus delegaciones. «Además, disponemos de distribuidores en muchos países, en función de los sectores que requieran de nuestras máquinas».

Uno de los momentos clave en la evolución de esta compañía llegó hace una década. José Vicente Tomás reflexiona que para dar continuidad y crecer «teníamos que diversificar». Por eso, además de crear máquinas de impresión digital para la cerámica «pasamos al textil, y luego en aplicaciones con tintas ultravioleta y soluciones centradas en la fabricación de vajilla».

El último paso fue la decoración de vidrio, mediante la adquisición de Dip-Tech, una firma procedente de Israel. «Esto nos ha permitido crecer de forma rápida, gracias a las 400 máquinas que tenían a nivel mundial». Eso sí, la fabricación se movió a España, porque «somos más eficientes que produciendo allí y podemos ser más competitivos».

Su abanico de posibilidades no se limita a estos campos. Todos los productos que ellos realizan con cerámica se testan con piezas fabricadas en un horno eléctrico. Una alternativa a los habituales hornos de gas natural y una posible solución a la encrucijada de tener que descarbonizar la industria. Ese horno puede ser la base para aumentar la fabricación en serie. Ahora también avanzan con la impresión sobre materiales plásticos.

Uno de los aspectos que mejor explican sus ganas de evolucionar tiene que ver con la producción de microchips, un terreno dominado casi en exclusiva en China. Para José Vicente Tomás, «si lo pueden hacer ellos, por qué no nosotros». Cree que los europeos «debemos plantar cara y hay que invertir en desarrollo y diferenciarse». Una gama que surgió de la necesidad derivada de la pandemia, «cuando tuvimos problemas de distribución», tal y como les ocurrió a otros tantos sectores industriales.

Del mismo modo que tuvieron que ingeniérselas con la fresadora para la cerámica, hicieron lo mismo con los desesperantes retrasos a la hora de tener microchips. Una constante en esta industria proveedora de industrias.