Dos meses y medio de estudio técnico han llevado a los especialistas en incendios de la Policía Científica a concluir que el incendio de Campanar en València, que causó la muerte a diez personas y destruyó las 138 viviendas que componían el complejo residencial, dejando a 229 personas sin hogar, se originó en la parte trasera del frigorífico de la vivienda donde comenzó todo: la 86, ubicada en la octava planta de la torre de 14 plantas. Ese, tal como publicó Levante-EMV hace un mes, es el foco, pero, ¿cuál fue la fuente de calor?
Los expertos de la Policía Nacional, tras analizar el escenario de inicio del incendio, concluyen en su informe, al que ha tenido acceso en exclusiva Levante-EMV, que el único elemento “disonante”, es decir, anómalo por su estado después del devastador siniestro, es el condensador de la nevera, de la marca Beko. El grado de destrucción de ese serpentín, que funciona como intercambiador de frío y calor, es demasiado elevado para ser consecuencia únicamente del fuego, por lo que los policías científicos consideran que la única explicación posible es que ese fuese exactamente el punto donde comenzó a gestarse la tragedia. ¿Y por qué?
El gas arde a temperatura ambiente
Por una fuga del isobutano, el gas refrigerante, que discurre por el interior del tubo en forma de serpentín que es el condensador, rebajando constantemente la temperatura del aparato para darle funcionalidad. Ese hidrocarburo es “extremadamente inflamable”, tanto que puede arder a temperatura ambiente. Es decir, una pequeña chispa, incluso la electricidad estática en un punto donde además es habitual la acumulación de pelusa podría haber generado esa primera llama.
Por ello, concluyen que “se trabaja con la hipótesis de que una pequeña fuga en los conductos de canalizaciones del refrigerante provoque la salida del mismo a la atmósfera, y ante cualquier chispa o incluso la electricidad estática del aparato cause la inflamación del mismo. Esto explicaría el tipo de daños que presenta el condensador, en el cual se observa que los conductos han desaparecido por efecto de un elevado calor, con goteo del material afectado”.
No se puede descartar el fallo eléctrico
Eso sí, los propios redactores del informe, que llegó al Juzgado de Instrucción número 9 de València el pasado martes, 30 de abril, admiten que, acerca de esa ignición inicial “solo podemos especular con hipótesis sobre la causa primera del mismo”. La razón es fácil de entender: el brutal grado de destrucción del edificio y de la propia cocina donde comenzó.
Los agentes no pueden, sin faltar al necesario rigor científico, aclaran, concluir si el incendio fue eléctrico (entendiendo como tal una anomalía en el sistema eléctrico) o no, básicamente, porque parte del cableado ha desaparecido. El que queda, eso sí, no tiene muestras de ser el culpable, ya que el daño es de fuera hacia dentro, esto es, la llama no nació del cobre conductor de electricidad, sino que le llegó desde el exterior, consumiendo primero el plástico que lo recubría. El fuego atacó desde el exterior. Exactamente como el resto de electrodomésticos de la cocina, lo que ha permitido a la Policía descartarlos, uno a uno, como causantes del siniestro.
Tampoco hay anomalía en los elementos eléctricos de la propia nevera, como el regulador de tensión (relé), que estaba en perfectas condiciones.
Ni cortocircuito, ni mal funcionamiento
Así las cosas, la Policía admite que “no puede descartar por completo” esa anomalía eléctrica, dado que no dispone de todo el cableado de la nevera al enchufe, pero, por la misma razón, tampoco puede considerar que esa fue la causa. Y lo explican así: “Respecto de la fuente de ignición, se realiza un examen detallado del cableado y las conexiones que no han sido destruidas, sin descubrir, aparentemente, ninguna señal de cortocircuito o mal funcionamiento, si bien no se puede ser categórico a la hora de descartar el origen eléctrico de este suceso, por no encontrar todo el cableado”.
Y acaban teorizando sobre un mal común en muchos hogares. La acumulación de suciedad (polvo y pelusa) detrás de las neveras, que suele depositarse precisamente sobre la rejilla del condensador y no se limpia con demasiada frecuencia por su difícil accesibilidad, unido a la falta de una ventilación adecuada por no respetar la distancia a la pared indicada por los fabricantes, hacen que muchos de estos aparatos se recalienten en su parte trasera, ya que el sistema de refrigeración produce calor y esas dos condiciones negativas incrementan la temperatura, creando un perfecto caldo de cultivo para iniciar un incendio.
Así, el informe policial contempla esa posibilidad como el inicio del fuego argumentando que “se debe tener en cuenta que el condensador es un elemento en el cual se produce el cambio de líquido a gas del refrigerante, con desprendimiento de calor al exterior, que en escasa ventilación puede actuar como fuente de ignición”.
A partir de ahí, lo que ya se sabe: el mayor incendio que ha registrado la ciudad de València. Tal como ha venido explicando Levante-EMV, durante posiblemente horas, esa primera llama formada al prenderse el gas refrigerante –por el sobrecalentamiento o por electricidad estática– fue creciendo en una larga combustión lenta. Se proyectó hacia su derecha, atacando el horno (encastrado en torre) y hacia adelante, llegando a la encimera y el resto de los muebles de la cocina.
La combinación más letal
Luego, continuó creciendo muy lentamente, confinado en esa cocina, que estaba cerrada por sus dos salidas: la puerta que da al resto de la vivienda, que el inquilino cerró aquella mañana, a las 7.30 horas, cuando se fue al trabajo, y la del balcón. Y rompió, cuando la presión interior creció hasta el punto necesario por el incremento de la temperatura, por el punto más débil: el cristal de la puerta de la terraza.
En el momento en que ese calor acumulado por el incendio latente reventó los cristales buscando su salida al exterior, el fuego se alimentó vorazmente del oxígeno de la calle y las llamaradas se hicieron con el material combustible del balcón: un baúl de resina y dos mesas, una de plástico y la otra de madera.
El recubrimiento exterior del edificio -los famosos paneles de composite en forma de sándwich con el alma (núcleo) de polietileno (plástico) altamente inflamable (arden a 137ºC)-, la colocación de esas planchas de aluminio con sistema de fachada ventilada (sistema domótico que deja hueco interior para que circule el aire caliente hacia arriba y se disipe sin recalentar el edificio) y las fuertes rachas de viento caliente de poniente, que en ese momento alcanzaron incluso los 60 Km/h (la Policía aporta las mediciones de las estaciones de Viveros y del aeropuerto, las más próximas), hicieron el resto. Y un detalle más: el aislamiento de la propia finca, que no tenía ningún elemento arquitectónico cerca que hiciera de cortavientos (otros edificios) y minimizase los efectos de esa ecuación letal.
Más de 660 grados
Tal como ya había adelantado Levante-EMV, las temperaturas alcanzadas en el interior del edificio pudieron situarse entre los 900 y los 1.000 grados centígrados en algunos puntos. Lo prueba la desaparición de buena parte de las paredes y falsos techos de pladur, un material que por su composición (yeso y celulosa) se considera ignífugo, ya que no prende hasta los 900 grados. Y también se deduce por el grado de destrucción de algunos de los cuerpos de las víctimas mortales.
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La Policía recoge, por ejemplo, que en muchos puntos se superaron los 660º C porque esa es la temperatura de fusión del aluminio, componente de los paneles de revestimiento de la fachada, ya que buena parte de ellos desaparecieron, ‘comidos’ por el plástico de su interior, que se derritió y fue propagando el fuego por todas las fachadas a modo de gotas ardientes.
¿A qué hora se produjo cada evento?
En lo que no entra el informe, este al menos, ya que su principal razón de ser era únicamente determinar el foco y la causa del incendio, es en las horas en que se produjo cada hito de esta tragedia, algo fundamental para avanzar en la aclaración de si las diez muertes fueron o no evitables, tal como lo están planteando ya sus familiares antes el juez a través de sus abogados.
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De momento, el juez se mantiene enrocado y no encuentra razones para reabrir el caso, que archivó provisionalmente el 8 de marzo, decisión que reafirmó un mes después. Primero las acusaciones particulares que ejercen las familias de los diez fallecidos, siete adultos y tres menores -los dos bebés hermanos entre sí, de tres años y de ocho días, y la niña de 14 años-, y ahora también la Fiscalía, que ya ha pedido dos veces la reapertura de la causa para poder dar al menos explicación a lo sucedido.
El fiscal incluso se ha adherido a las peticiones realizadas por los penalistas Miguel Ferrer, que defiende los intereses de las hermanas de Pilar, la profesora de Filosofía fallecida, e Ignacio Grau, que lleva, entre otros, los intereses de la familia de cuatro miembros muerta en el siniestro -los dos bebés y sus padres.