El tiempo apremia en el sector de la construcción. En un país en el que hacen falta unas 500.000 viviendas para los próximos cinco años, según datos del Banco de España, poder acortar los plazos en el proceso de edificación se está convirtiendo, cada vez más, en un requisito de obligado cumplimiento.
Y aunque el sector se está transformando ya y ha apostado por lo que en el gremio denominan la industrialización de la construcción, todavía queda margen de mejora. Que se industrialice el proceso constructivo significa, en suma, que elementos del edificio como las fachadas, los tabiques y las estructuras se producen en una fábrica para su posterior montaje en el lugar de la obra. «Al ser un trabajo estandarizado y en serie, se tiene un mayor control de los costes, los tiempos de ejecución y los impactos ambientales, a la vez que mejora la calidad final de la obra», explica Oriol París, arquitecto y doctor en Sistemas Industrializados y Sostenibilidad por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).
«Sin duda, uno de los problemas con que topa el objetivo de incrementar la cifra de vivienda nueva es que España ha de aumentar su capacidad de producción y se encuentra con que el tejido empresarial relacionado con la construcción ha disminuido de forma alarmante desde 2007», advertía hace unas semanas Francisco Pérez, consejero delegado de la inmobiliaria Culmia, en la mesa redonda de presentación en Barcelona de la feria The District. «La solución pasa -subrayaba Pérez- por industrializar también a este sector, como han hecho ya otros países europeos, entre ellos Francia», insistía el directivo de Culmia, que considera que, solo de este modo, se acelerará el ritmo, actualmente muy lento.
Mientras tanto, las administraciones se han puesto también las pilas y son ya varias las que han anunciado su compromiso de reducir los tiempos de demora en las tramitaciones de expedientes y licencias. «Eso es fundamental», subraya Xavier Vilajoana, presidente de la Associació de Promotors i Constructors (APCE) en Catalunya. Entre el inicio del proyecto y la culminación de la obra y la entrega de llaves pueden llegar a pasar hasta cinco años de media, «porque los permisos se eternizan y eso hace que el tiempo que transcurre sea casi del doble de lo que duran propiamente los trabajos», indica Vilajoana.
Con el sistema de la industrialización se ha conseguido acortar los tiempos hasta casi la mitad en algunos casos. Si una obra tradicional suele prolongarse una media de dos años, con este sistema se puede construir en año y medio un bloque de pisos, incluso en ocho meses. «La ventaja, en este sentido, es que mientras la obra va avanzando sobre el terreno, en la fábrica se pueden ir construyendo los módulos que luego se instalarán y se montarán en esa obra. Al poder realizar los dos procesos de forma simultánea, se reduce el tiempo de manera significativa», señala Mireia Campà, responsable de Comunicación de la Constructora d’Aro-Compact Habit, la única empresa que utiliza este modelo en Cataluña. En su planta de producción de Cardona se utiliza un sistema modular propio, que ha sido premiado recientemente por la Asociación de Promotores y Constructores de España (APCE) por su carácter innovador.
Además, al elaborarse muchos de los elementos de la obra dentro de una nave o fábrica, también se reducen molestias de polvo y ruido en el entorno, algo que siempre agradecen los vecinos. «En general, las condiciones mejoran, porque los trabajadores ya no están al aire libre ni en altura y así se gana en seguridad laboral», indica Campà. También mejora, y de forma notable, el gasto en materiales, la gestión de los residuos y la sostenibilidad.
«El coste de la construcción industrializada y el de la construcción tradicional es similar, ya que la primera implica un transporte y un montaje, que hacen que el importe sea bastante parecido», admite la portavoz de la constructora, que ha trabajado con este sistema en la construcción de centros de salud, escuelas y otros equipamientos públicos. «Una de nuestras actuaciones más recientes fue un bloque en Barcelona de 45 pisos sociales, de nueve plantas de altura, que se montó en solo tres semanas», cuenta Campà.
El camino hacia la sostenibilidad ha llevado también a muchos constructores a introducir en sus obras «algunos de los materiales y las técnicas constructivas de la arquitectura tradicional», reflexiona el investigador Oriol París. «La piedra, los adobes de tierra compactada, la madera y la cerámica cocida se están recuperando y tienen una presencia creciente», cuenta el arquitecto, que destaca que cada vez hay una mayor sensibilidad «hacia elementos y sistemas constructivos propios del territorio, reduciendo así la huella de carbono a la vez que potencian la economía local».
Por contra, decae la utilización de materiales de mayor impacto ambiental como los plásticos y algunas espumas para los aislamientos. Con todo, a pesar de que la madera está experimentado una muy buena entrada en el mercado español, la inercia del sector hace que de momento «hormigón y acero siguen siendo los materiales más presentes en la construcción de viviendas», constata París.