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Industria

La factura del gas crece para el azulejo

El corte al paso de gas ruso hacia Europa tendrá impacto en la cotización

07.01.2025 10:30

La guerra en Ucrania va camino de cumplir los tres años de duración. Un conflicto que periódicamente tiene consecuencias en el día a día de sectores industriales como el de la cerámica. El capítulo más reciente tiene que ver con el corte, por parte de Ucrania, del suministro de gas de Rusia con destino al norte y el centro de Europa a través de la compañía rusa Gazprom.

Algo que altera el equilibrio energético de Europa, y que tiene especial relevancia en fábricas como las de cerámica, con un consumo intensivo de gas. Cualquier vaivén, por lejano que parezca, puede ser el origen de una crisis de suministro o de costes. Además, esta noticia se produce en un contexto de escalada de los precios. Si la cotización en febrero fue de 25 euros por megavatio hora, el nuevo año empieza rozando los 50. Justo el doble.

Suministro garantizado, pero más costes

La presidenta de GasIndustrial, Verónica Rivière, expone que este episodio «no implicará un problema de seguridad en el suministro, porque España no tiene acceso a este gasoducto, nuestro país dispone de plantas de regasificación que permiten almacenar en momentos complicados y recibimos esta energía de más de una decena de países diferentes, con lo que no hay una alta dependencia de ningún proveedor concreto».

Pese a ello, la inquietud puede venir por el precio: en países que sí tienen una alta dependencia del gas ruso, como Alemania, buscarán otros suministradores, y esa nueva demanda podría derivar en una nueva revalorización. Rivière apunta a que el problema «afecta a los mercados, pero no a los niveles de 2022, cuando la crisis llegó con unos almacenamientos vacíos».

Reservas

Ahora se guardan reservas, que controlan los previos en los meses de mayor consumo, cuando al suministro industrial se une el destinado a la calefacción. «Alemania no tenía plantas de regasificación y ahora las tiene», destaca. Mecanismos como este y las compras de gas licuado procedentes de metaneros mediante contratos a largo plazo dan una mayor estabilidad.

Con todo, Rivière advierte de que la industria «ya está afectada por las subidas de precio, ya que con los costes muy superiores a los de 2019 se pierde mucha competitividad; el gas es una parte del coste del producto final, y si es más caro, repercute en el coste final o en el margen de la fábrica».

La factura energética de la cerámica se redujo en 2023 en un 38%. Fue un respiro, al bajar el precio del gas, pero que también se debe a un fuerte descenso de la producción. Con los precios actuales y la previsión de un repunte en la fabricación, es de esperar que la suma a pagar crezca desde los primeros meses del nuevo.

Sin fuentes alternativas

Los vaivenes en el coste y el suministro del gas natural afectan de forma especial a la cerámica, que encima no tiene una fuente energética alternativa que permita mantener sus actuales niveles de competitividad. Desde la patronal Ascer, en el reciente balance del 2024, destacaron que una de las posibilidades más factibles en estos momentos es el uso del biogás.

Uno de los vicepresidentes de esta organización, Miguel Nicolás, destacó que es «lo más viable a corto plazo, porque la red actual es compatible, y también la tecnología que empleamos en nuestras fábricas». El problema radica en los costes: en estos momentos la producción es escasa en nuestro país, por lo que el precio por megavatio hora duplica al del gas. Pese a ello, Nicolás expresa el objetivo de que, en el futuro «con una economía de escala, sea competitivo», al implantarse los proyectos que hay previstos.

La otra gran alternativa es la sustitución por el hidrógeno generado a través de fuentes sostenibles. El problema radica en que esta tecnología es todavía muy incipiente, por lo que los costes para este cambio son, en palabras del vicepresidente de Ascer, «brutales». Mientras, las empresas están a expensas de situaciones como la ocurrida ahora en Ucrania, a la vez que el año 2030 --cuando la Unión Europea marca una drástica reducción de emisiones de CO2-- está a la vuelta de la esquina. Por eso, los grandes consumidores de gas requieren de apoyo público para la transición.