El caos es el método de Donald Trump, aunque él lo niegue. Este miércoles, poco más de 13 horas después de que entrara en vigor la agresiva última ronda de sus aranceles a socios comerciales de Estados Unidos con sus mal llamados gravámenes «recíprocos», y conforme se agravaba una crisis mundial, el republicano ha dado de forma abrupta marcha atrás con una pausa de 90 días para la mayoría de los aranceles, aunque ha dejado en pie los universales del 10% para todos y a la vez ha intensificado su enfrentamiento con China, elevando sus gravámenes al 125%.
La decisión se ha conocido a través de un mensaje en Truth Social colgado a las 13.18 horas en Washington. Trump ha escrito que ha autorizado esa pausa de 90 días para esos aranceles debido a que, según él, «más de 75 países han llamado a representantes de EEUU para negociar una solución» (una frase educada que elude el lenguaje soez de la víspera, cuando en un discurso ante republicanos dijo que quienes le llaman le «besan el culo»).
Aunque la redacción de su texto en Truth es muy confusa, y el mandatario ha asegurado que durante ese mes y medio solo se aplicarían aranceles «recíprocos» del 10%, la portavoz Karoline Leavitt y el secretario del Tesoro, Scott Bessent, han comparecido en una rueda de prensa improvisada en las puertas de la Casa Blanca. Y de sus explicaciones se deriva que todos los países salvo China verán sus aranceles limitados a un 10%.
Eso incluye, aparentemente, a la Unión Europea, aunque desde Bruselas este miércoles se hubieran anunciado represalias a los aranceles de Trump, que en la madrugada habían subido para los Veintisiete al 20%.
Bessent en un momento ha dicho que Canadá y México, los vecinos y cosignatarios de un tratado de libre comercio con EEUU, que hasta este momento han quedado exentos de los aranceles «recíprocos», se verían ahora afectados por los del 10%, aunque un alto cargo del Gobierno ha dicho desde el anonimato a la prensa estadounidense que cree que el secretario del Tesoro ha podido equivocarse al hablar.
También parece, aunque no hay una certeza absoluta, que el arancel universal del 10% no aplicará a los sectoriales que Trump había impuesto para las importaciones del acero y el aluminio y para los automóviles fabricados fuera de EEUU, que se interpreta que se mantendrán en el 25%.
De lo que no cabe ninguna duda es de la escalada del enfrentamiento de Trump con Pekín. El mandatario ha elevado «de forma inmediata» hasta el 125% los aranceles a las importaciones de China en EEUU, que desde la mañana se habían fijado en el 104%. El Gobierno de Xi Jinping había respondido a ese castigo anunciando sus propios aranceles, del 84%, a las importaciones estadounidenses en China.
»Espero que en el futuro cercano China se dé cuenta de que los días de estafar a EEUU y a otros países ya no son sostenibles y aceptables», ha escrito Trump, mientras Leavitt, su secretaria de prensa, redoblaba el mensaje de amenaza a Pekín en la improvisada comparecencia. «Cuando golpeas a EEUU el presidente Trump te va a golpear más fuerte», ha dicho la portavoz.
El inesperado giro de guion ha dado otra sacudida en unos días de caos y vértigo. Trump había iniciado la jornada con otros mensajes en Truth Social donde llamaba, en los gritos que son las mayúsculas en redes sociales, a »mantener la calma», parte de una retahíla de mensajes que hacían cualquier cosa menos transmitir sosiego.
En otro de esos mensajes también decía que, en un momento de caída de las bolsas, era «buen momento para comprar», una declaración que volvía indudablemente ciertas horas después al provocar con su anuncio de pausa a la mayoría de aranceles pronunciadas subidas en las bolsas.
A mediodía, y en un acto en la Casa Blanca en la hora previa al cierre de las bolsas de EEUU, el mandatario rompía con la idea que lanzaban Bessent y Leavitt de que sus acciones este miércoles formaban parte de una estrategia perfectamente diseñada y reconocía que había reaccionado tanto al pesimismo claramente mostrado en las bolsas como ante nervios crecientes ante el desplome en el mercado de bonos.
Trump, que hace unos días escribía que sus políticas comerciales «nunca cambiarían», este miércoles abogaba por la «flexibilidad». Y sumaba incertidumbre al decir que podría considerar exenciones a los aranceles para algunas de las compañías estadounidenses más afectadas. ¿El parámetro para determinar cuáles? »Instinto».
Todo son elementos que desatan nervios y frustración incluso entre aliados y republicanos, que en los últimos días no han dudado en criticar al presidente, pedirle cambios y poner en cuestión su estrategia comercial. Y por supuesto levanta críticas feroces entre los demócratas. Este miércoles Steven Hogsford, un congresista que interrogaba en una vista al representante comercial de Trump, lamentaba: «Es la hora amateur».