El desafío de las reglas medioambientales de la Unión Europea es una preocupación recurrente de la industria cerámica del continente. La razón estriba en que no existe una tecnología lo bastante rodada ni asequible para sustituir el gas natural por alternativas como la electrificación de los hornos o la adopción del hidrógeno producido por fuentes renovables.
Con el objetivo de disponer de datos fiables de la factura de este cambio, la patronal cerámica, Ascer, encargó a finales de 2023 un estudio para analizar las necesidades de la descarbonización. Un informe pagado por la Conselleria de Economía y Hacienda, y que incluía dentro de las posibles alternativas un actor muy controvertido, y que en estos momentos es objeto de nuevos debates: la energía nuclear.
El documento, elaborado por la asesoría en ingeniería IAG, explica que es una tecnología muy contestada, «por la posibilidad de fugas y los residuos que genera. Sin embargo, la Comisión Europea adoptó un reglamento para incluir las centrales nucleares dentro de la taxonomía verde, de tal forma que, en los programas de finanzas sostenibles, se considera una tecnología de transición necesaria para alcanzar los objetivos de descarbonización» cara a las metas de los años 2030 y 2050. Esto se debe a que la energía nuclear genera riesgos y no es renovable, pero tampoco emite CO2.
El informe detalla que la fabricación de unos 425 millones de metros cuadrados de cerámica -la producción de 2023- requiere de un elevado consumo de gas, de hasta 12 teravatios hora. Más de la mitad del consumo de gas industrial de la Comunitat se dedica a esta industria. Cambiar esta fuente por parques eólicos o solares implica mucho dinero y mucho terreno. Según el estudio, unas 12.000 hectáreas de parques solares y unas 100.000 de parques eólicos. En cambio, la energía nuclear ocuparía unas 120.
En cuanto al resultado económico, «la tecnología nuclear supone el menor coste de inversión anual, fundamentalmente porque las centrales nucleares tienen un periodo de vida útil mucho más largo (60 años), frente a los 20 años de vida útil de una fotovoltaica y eólica. Por otra parte, para el caso de la tecnología nuclear no sería necesario el almacenamiento energético, al ser una fuente de generación constante». Pese a las afirmaciones de este estudio, Ascer nunca ha defendido abiertamente la energía nuclear. Por el momento, su principal vía para descarbonizar es el uso del biometano.
Si la Comisión Europea no cambia de planes, en menos de cinco años las emisiones de CO2 del continente deben ser un 55% inferiores con respecto a los niveles de 1990. Un propósito difícil de cumplir con el actual ritmo de generación de energías renovables. Esto tiene una complicación añadida, porque en noviembre de 2030 tendría que cerrarse la central de Cofrentes, que genera el 45% de toda la electricidad de la Comunitat. De esta forma, se tienen que generar instalaciones de energía verde suficientes para asumir la pérdida de Cofrentes, más la generación de electricidad para cambiar gas por hidrógeno. Un horizonte muy complejo.
Sobre Cofrentes, desde Ascer manifestaron en su momento que no tiene «sentido que estemos de acuerdo con la desconexión de una fuente de energía que da predictibilidad y garantía de suministro a nuestra demanda energética, sin tener todavía un reemplazo en las mismas condiciones». A pesar de todas estas dudas, la ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen cierra la puerta a una ampliación de la vida útil de las centrales nucleares en España, y mantiene el calendario previsto.